Lupas y Lupanar: Realidades de la Prostitución Romana

En la Antigua Roma, la palabra “lupa” no era tan inocente como parece. Si bien muchos la conocen por su conexión con la loba legendaria que amamantó a Rómulo y Remo, fundadores de la ciudad eterna, este término también tenía un doble significado mucho más terrenal: era una forma despectiva de referirse a las prostitutas.

De ahí viene, de hecho, la palabra “lupanar”, que designaba los burdeles romanos. Pero la realidad detrás de estos lugares va mucho más allá de la etimología.

Prostitución legal, pero marginal

En Roma, la prostitución era legal y regulada. Existía un sistema de licencias y se consideraba una actividad pública, aunque con fuertes connotaciones sociales. Curiosamente, los hombres romanos —incluso los de alto rango— podían contratar servicios sexuales sin sufrir desprestigio… siempre que lo hicieran con moderación y autocontrol, virtudes altamente valoradas en la moral romana.

Sin embargo, la mayoría de quienes ejercían la prostitución no contaban con la misma libertad. Muchas eran esclavas o ex esclavas, forzadas por su situación o por sus dueños a ofrecer servicios sexuales. Y las que eran libres, quedaban relegadas a la “infamia”, una categoría jurídica que las dejaba fuera del sistema de derechos ciudadanos. Compartían este estatus con actores y gladiadores, considerados todos como personas sin honra legal.

¿Voluntaria o forzada?

Determinar cuánta prostitución era voluntaria y cuánta era impuesta es complicado. Lo que sí está claro es que, bajo el derecho romano, las esclavas eran propiedad legal, y por tanto, era completamente legal que sus dueños las explotaran sexualmente.

Este contraste entre la aceptación social del consumo y la marginación de quienes ofrecían el servicio nos habla mucho sobre las tensiones morales, sociales y legales que existían en el mundo romano… y que, de algún modo, siguen resonando en la actualidad.

Los lupanares: burdeles a plena vista

Estos espacios funcionaban como auténticas empresas, a menudo regentadas por proxenetas, donde las mujeres trabajaban en condiciones duras. A pesar de su marginalidad social, los burdeles eran parte del paisaje cotidiano de Roma, aceptados e integrados en su tejido urbano.

Los lupanares eran burdeles establecidos en zonas céntricas y transitadas, como mercados, tabernas o cerca de los anfiteatros. Un ejemplo famoso es el lupanar de Pompeya, conservado casi intacto, con pequeñas habitaciones y frescos eróticos que ilustran las prácticas sexuales ofrecidas.

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